OPERA FLAMENCA
La década de los años veinte, coincidiendo con la primera guerra mundial, la ciudad recibirá un gran número de burgueses e intelectuales europeos, huyendo de la guerra y con ganas de diversión, fue una etapa de verdadero esplendor para el flamenco en Barcelona. Los locales que ofrecen actuaciones de artistas flamencos, suben hacia el centro y se abren locales en el entorno de la plaza de Cataluña. El que mayor nombradía alcanzó fue la Bodega Andaluza, local abierto en los bajos del hotel Colón, actualmente sede de Apple, regentado por Miguel Borrull, hijo. Otro célebre hotel, el Ritz, también tuvo espacio para el flamenco, El Farolillo, que contó con su propio cuadro de flamenco, dirigido por Rayito.
También por esta época surge una nueva forma de difusión, la Opera Flamenca, celebrándose espectáculos, en plazas de toros y teatros. La idea no tenía que ver nada con la Opera y mucho con el flamenco, fue meramente una cuestión económica, se pagaban menos impuestos. Los promotores del espectáculo más destacados, la mayoría de ellos barceloneses, como Carcellé, Verdines o Montserrat, éste último cantaor aficionado, organizan giras por toda España con compañías, contratando a las nuevas figuras y artistas consagrados. Destacaron en esa época: Manuel Torre, Antonio Chacón, Pepe Marchena, Manuel Vallejo, la Niña de los Peines o Manolo Caracol.